sábado, 4 de julio de 2009

"Mis Experiencias Espirituales" Tercera Parte -


13 de Setiembre del 2002
stoy totalmente desilusionado de las relaciones afectivas de hoy día.
Nadie quiere comprometerse con nada, ni con nadie. Sólo se busca el placer efímero, y variopinto.
No me atrae la promiscuidad, no que nunca la haya practicado, pero no he encontrado ninguna respuesta en ella.
No he disfrutado ninguno de los encuentros que tuve dentro de esa modalidad del sexo.
Acumulé frustración tras frustración, intentando amar a quien sólo buscaba el placer que mi cuerpo podía darle.
Imaginando que nacería en el otro, unas ganas de continuar viéndonos, y echando bases a una relación estable, sana, y plena.
Cuando ví caer la última esperanza que guardaba, decidí entregarle a Dios mi sexualidad.
Prometí abstinencia total, y prometo cumplir.
Sé que no es el mejor estado emocional para hacer un ofrecimiento de este tipo, pero es que estoy cansado, harto, seguro de que no me va a costar esfuerzo.

14 de Setiembre del 2002
ecidí que iría a confesarme a la Iglesia del Cordón.
Averigüé el horario de las Misas y, suponiendo que antes de ellas estarían habilitados los confesionarios, hacia allá me fui.
Hacía treinta y seis años que me había alejado de la vida religiosa católica.
Sin embargo, siempre estuve envuelto en el estudio y la práctica de distintas disciplinas espirituales, religiosas, y filosóficas.
Así, pasé por la Metafísica, por la filosofía Maya, por el Candomblé, por el Budismo Zen, por la Macrobiótica, por la misión Rama, por la Numerología, por el estudio de I Ching, por las prácticas de la instrospección, los viajes astrales, las visualizaciones creativas, etc, etc, etc. Fue un camino muy rico, y por ende, me enriqueció.
Soy conciente de que no todos los que recorren la misma ruta obtienen los mismos resultados.
Gracias a Dios tuve la oportunidad de capitalizar las experiencias.
Quizás, pienso hoy, ya haya nacido con cierta predestinación, pues tengo recuerdos de mi infancia, y de preadolescencia, que son pésimos, los cuales, en vez de enviarme directo a la promiscuidad, los vicios, o el rencor destructivo, hicieron que fuera más sensible a conocerme, a identificar los resortes internos de mis reacciones, y luego de conocerme, tener clara la realidad de los otros.
Contrariamente a lo que pudiera pensarse, esta posibilidad no me facilitó las cosas, sino que más bien me las complicó.
En parte porque no supe manejarla, en parte porque el mundo no está preparado para recibir a los que son algo diferentes, dándoles la oportunidad de escucharlos antes de descartarlos.
Pero es comprensible.
Es difícil lidiar con alguien que, de alguna manera, con actos, palabras, miradas, aunque tal vez no intencionadas, nos esté revelando nuestras fallas o carencias.
Al entrar al Templo, casi recé porque no hubiera ningún Confesor.
Lo había.
Pedí que ya no existiera la costumbre de confesarse cara a cara con el Sacerdote...
Peor, era la única posibilidad que existía, y encima el Cura estaba iluminado por una lámpara impiadosa.
Tuve la intención de irme, pero luchando conmigo mismo, esperé mi turno.
Elaboré un discurso que entendí lógico.
Después de treinta y seis años...bueno, lo único que yo no había hecho era matar y blasfemar...lo demás...
Al Sacerdote sólo pareció importarle con quién yo me había acostado, cuántas veces, y en qué proporción de acompañantes.
Bueno, si ese era su tema, que Dios lo ilumine.
Por otra parte me insistía en saber si yo estaba arrepentido de lo que había hecho.
Le respondí que no, que arrepentido no estaba, que lo que hice lo hice porque era lo lógico en el mundo en el que había vivido, que nunca había tenido la intención aviesa de perjudicar a nadie, que siempre había dado algo a cambio de lo que había recibido, y lo que sí sentía era que, a la luz de la filosofía de la religión católica, esas cosas no quería hacerlas otra vez.
Ese día, tranquilo, comulgué por primera vez después de tantos años.
Sin embargo, cuando iba camino al Altar, tropecé con unos escalones, y caí de una manera muy rara, como si me hubiesen empujado.
Es cierto que está el asunto del derrame que se me hizo en los ojos por el abuso con la computadora y con mala iluminación, pero igual fue muy extraño, tanto, que hasta dudé de haber hecho
una buena confesión, y que tal caída fuese un aviso de que no podía comulgar.
Volví al Confesor.
Revisé algunas cosas. Me dijo que me había comprendido perfectamente, lo cual me tranquilizó.

1º de Octubre del 2002
ace un tiempo que no hablo con mi amiga C.
Hoy decidí llamarla, y saber como andan las cosas.
Esta noche, al rezar, Jesús no apareció para hablar conmigo.
Lo llamé varias veces. De pronto ví su rostro, estaba realmente triste.
-“Hola, ¿qué te pasa?”
No me respondió, y se retiró.
Quedé muy preocupado.
Por más que repasé los hechos de mi día, no encontré nada que pudiera haberle afectado de tal manera.
Hoy me había portado realmente bien.
Al hablar con su Madre, la Virgen, pedí:
-“Señora, por favor, no sé qué le pasa a tu Hijo. No quiere hablar conmigo.
Por favor, dile que me hable, que me diga qué pasó”
Durante el rezo del Rosario, de pronto, Él se hizo presente.
CONTINUARÁ...
Jorginho.....

5 comentarios:

YOR dijo...

Chango: No es justo... queda flotando mucho por decir y por concluir...
Apasionante relato, espero lo que sigue con expectación...

Jorge R. Etchepare Mac Eachen dijo...

Así soy yo, Yor.
Así soy yo.
Un poquito para que me tomes el gusto y una promesa para que quieras volver.
Te quiero pilas
Jorge

María Teresa dijo...

Jorge, muy interesante tu relato, estaré pendiente de la continuación, de verdad lo bueno a veces se hace esperar. Un abrazote.

Jorge R. Etchepare Mac Eachen dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jorge R. Etchepare Mac Eachen dijo...

+Merci M.T.
Je t'embrasse
Jorge