domingo, 31 de agosto de 2008

Viaje de una larga Noche hacia el Mediodía - Cap.I


Recién empieza el 2005, y ya me agarré el primer ataque al hígado.
De seguro que no debí haber comido aquel pescado, me pareció que tenía un olor medio raro.
Ya pasará, estoy acostumbrado desde chico a las pataletas; por eso no como ni chocolate ni manteca, ni qué decir de los maníes y las comidas con grasa.
Mi fuerte son las frutas, verduras, las carnes blancas, y los cereales integrales.
Me parece que a Barbarella Lourdes también le cayó mal, aunque sólo la convidé con salsa, pues ella también anda medio rara...¡ah, perdón!, no les presenté a mi perra Schnauzer, más conocida como Blú, Blushi, o Balú.
Les decía que ella también está como rara.
Me sigue para todas partes, me mira constantememnte, llora.
Si me tiro un poco en la cama, pide que la deje subir, y luego apoya sus dos manitos sobre mi abdomen, y desde allí me vuelve a mirar fijo hasta que queda dormida.
Además es rarísimo, no quiere salir de mi cuarto para ir a la terraza, donde tiene su lugar para las necesidades, hasta se ha orinado en el camino, en el apuro por volver a mi lado.
Sí, realmente, no sé en qué anda esa cabeza.
Pasan los días, y el ataque no se me va.
Nunca me duró tanto, ni estuve tan hinchado.
De todas formas, ya estoy acostumbrado.
Siguen pasando los días, ya es Febrero, se acerca el 15, y no tengo ningunas ganas de planear ninguna reunión.
Estoy muy cansado.
Cuando llega la fecha, los llamados de los amigos y de algunos primos, hacen que comente lo que me está pasando.
Y dale con los consejos, igual que mi tía Nelly, la única que trato desde que falleció mi tía Gladys, la mayor, y que fue mi confidente en los años en los que pude recordar mi infancia, que no tenía recuerdos de ella, y lo que me contaban dos de mis primos, sus hijos, me parecía novedoso, extraño, y divertido.
Yo había establecido un bloqueo, y ella me guió para destrabarlo.Gracias.
Les comentaba de mi tía Nelly, que se cuida como si de cristal fuese, y yo le tomaba el pelo, diciéndole síntomas inventados, que la ponían en alerta rojo.
Pero lo cierto es que cada vez estoy peor, y no entiendo por qué, pues la vida que llevo es muy sana.
No bebo alcohol ni nunca lo hice, igual que fumar o drogarme.
No salgo a alternar con gente de la noche.
Mis compañías son las mismas de hace veinte años...no sé.
¿A qué voy a ir al médico? ¿a que me diga qué? y encima me meta en una horda de análisis y consultas que no me dejen salir por años de la Sociedad; ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ni loco!.
Es evidente que tengo miedo.
Ese miedo atávico a la enfermedad.
Nunca estuve enfermo de nada.
Además no me gusta entregar el dominio de las situaciones; mientras yo pueda dominar la cosa, no será el hígado el que queda conmigo.
Sin embargo parece que los demás no me entienden en lo más profundo de mi actitud.
Me conminan, intentan forzarme a aceptar algo que no estoy dispuesto a hacer; no deseo entregarme.
Soy fuerte mientras yo controle, cuando entregue el control, podrán hacer de mí lo que quieran, y no estoy dispuesto a que me vuelva a suceder.
Que cuando lo entregué, los resultados fueron siniestros.
Me siento como un animal debilitado , amenazado por los otros que, hasta ese momento mantenían su distancia, ahora sienten que pueden invadir su territorio.
No entiendo por qué no me dejan en paz.
No soy tonto; pero me hacen perder tanto tiempo y energía en defenderme, que no lo tengo para sentir y decidir.
La Sra.X, que sólo se interesa por mis cosas desde el ángulo del qué dirán los demás, si ella no se ocupa, no solamente me exaspera con sus actitudes, sino que se ha encargado de manipular, como siempre ha hecho, a otros que nunca se me acercaron cuando de pronto los hubiera necesitado, para que trataran de hacerme entrar en razón.
La única que parece entenderme, y no me conoce desde hace tanto tiempo, es Nancy, la señora que me ayuda en casa dos veces por semana.
"Jorge", me dijo, "cuando Usted decida, si quiere yo lo acompaño al médico".
Me siento respetado en mi necesidad de tiempo, y de lidiar con mi angustia.
Una mañana, luego de varias noches de dormir mal, y con la luz prendida, pues me daba miedo la oscuridad, sentí que no podía continuar así.
Casi no podía respirar.
Yo no me veo, pero sé que estoy muy hinchado.
"Jorge, quiere que llame a la urgencia?"
"Sí, Nancy, por favor".
A los veinte minutos llega una doctora, me mira, me ausculta y...
"Así no lo puedo dejar, lo tengo que internar".
Me da un ataque, no puedo, no tengo nada preparado, ¿qué pasa con Blú?, yo vivo solo y no se la doy a nadie para que la cuide, no sé si lo harán bien, y ella no se ha separado de mí en doce años que tiene de vida, a no ser en alguno de mis viajes, pero yo sabía en qué fecha volvía, además quedaba en mi casa con una amiga que ahora no puede quedarse, ni sabe, a esta hora de la mañana, las 08.00 lo que está pasando aqui.
No puedo, necesito por lo menos cuatro días.
"Cuarenta minutos lo máximo.Ya pedí la ambulancia, y es lo que demora en llegar".
"No se preocupe, Jorge, yo me ocupo de todo.
Le preparo ropa y se la llevo, cierro el apartamento, no se preocupe", me tranquiliza Nancy.
Llamo a la Veterinaria de Blú, explico lo que pasa, ellos tienen alojamiento en caniles individuales, además de un servicio de primera y de mucho cariño, y quedamos en que le dejo las llaves al portero, por suerte tengo porteriía las 24 hrs todos los días, y la vienen a buscar en la camioneta de la misma Veterinaria.
Me sacan en silla de ruedas, y Luis, el portero de la mañana, me asegura que se encargará de que todo ande bien, y me despide con buenos deseos.
El viaje de Pocitos al Parque Batlle se me hace interminable.
Voy tomado de la mano de Nancy.
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Mientras todo esto me sucedía, mi pensamiento, como le es habitual, medía y...
No, no puedo decir lo políticamente correcto, sería falsear mi Yo, y la intención con la que comencé estos relatos de eventos.
A mí, no sé si a todo el mundo, las cosas me llegan todas al mismo tiempo; es decir: algo me está sucediendo en un plano, al mismo momento, desde otro plano lo estoy observando, desde otro lugar analizo mis reacciones, pensamientos y gestos, también los de mi/mis interlocutores, saco apuntes referidos a las emociones del momento, mías y del otro, adecuo mi postura, veo más allá, ...en fin, parece loco, pero se me da así, en un presente contínuo.
Es así que, en el correr de los días y las experiencias, varias cosas iban cambiando en mí, y emociones viejas iban siendo desplazadas por sentimientos nuevos.
No entendía como los demás no se daban cuenta del terremoto que se estaba produciendo en mi vida.
No comprendía cómo es eso de ofrecer ayuda, sólo si de primera el otro acepta lo que se propone, como y cuando se propone, sin hacer lugar al respeto de los distintos tiempos y acomodaciones sicológicas que un suceso cualquiera, conlleva y produce en el protagonista del mismo.
¿Somos realmente solidarios para con el otro?
Creo que la mayoría de nosotros somos solidarios, pero hacemos gala de una solidaridad mal entendida.
Una solidaridad que se confunde con el fastidio, no confeso, ante quien nos está, de una manera involuntaria, modificando nuestro esquema habitual de tiempo y costumbres.
Cuando elaboré mi Tesis para la Licenciatura en Sicología, mi tema fue que la cultura y sociedad que conocemos, están generada y basadas, por y en, los más sofisticados mecanismos de defensa conocidos, y por inventar.
Ayudamos al otro, quince días, después....
Para mí, hablo de mi verdad, ayudar debería ser respetar al otro más que nunca, hasta en lo que nos resulte incomprensible, sin llegar a ser títeres del capricho, que pudiera ser.
Ayudar debe ser estar allí, para lo que fuere menester cuando el otro lo solicite, como estuvo Nancy, con una sabiduría natural, simple, nada alambicada.
He observado que cuando se trata de imponer al otro nuestra idea, así sea procurando su bienestar, produce una reacción de defensa, que no permite pensar, razonar, y tomar las mejores decisiones del caso.
Entiendo, son muchas las cosas que nos remueve el malestar, sea cual fuere, del otro.
Queremos verlo bien, y rápido.
¿Pero...es por él?
¿O es porque el tambaleo del otro nos revela la fragilidad de nuestro propio estado de cosas y situaciones?
Es que el otro nos está demostrando, y no queremos ver, nuestra finitud e inseguridad.
Es igual a aquello de intentar de que todos seamos iguales, como clones, pues el diferente roe con su comportamiento, su libertad, su opción y las consecuencias de la misma, los pilares de nuestra propia vida sin autocrítica, de miedos, de cobardía, de dolores ocultos.
Tratar de imponerle al otro lo que consideramos debe hacer, es ignorar quien fue, y quien es.
Es negar que ha llevado su vida hasta el día de hoy, y que, salvo que se le declare incapaz, aún está en condiciones de seguirla llevando.
Hace muchísimos años incorporé estas ideas a mi forma de entender la cosa.
Pero nunca había tenido la experiencia directa, lo hice intelectualmente, observando, razonando, y utilizando la autocrítica, que es uno de los más grandes tesoros del Ser Humano, y que tenemos casi totalmente olvidado.
Te invito a reflexionar y a que compartas, si lo deseas,tus pensamientos conmigo.
Necesito tus aportes para crecer, y ser mejor.
En mi Perfil encontrarás mi dirección de Gmail.
Gracias.

Jorginho

Próxima actualización: "Infierno en el Pent House" ... de las relaciones amor-odio.

1 comentario:

Kafda Vergara dijo...

Jorginho, muy espontáneo tu escrito. Sin mayor muestra de autocensura. Mira, mientras iba leyendo muchos hechos me vinieron a la cabeza. El que más me retumba en la cabeza, respecto a tu conflicto interno, es que todo se basa en el problema de la definición de "el otro". En la medida en que nos reflejemos más en ese otro iremos aprendiendo a respetarlo, que al final es lo que ese otro ser necesita. No actos de caridad de "yo el que está mejor te tiendo la mano a tí, ser inferior, que estás peor". Esa es la gran diferencia entre solidaridad y la tan jodida caridad. Entonces sí, debemos ser solidarios, pero más que un sentimiento es un proceso que gente como tú va perfeccionándo día a día.

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